Tener tiempo para ser tú mismx: ¿Mito, mentira, o reto?
Bienvoraces de vuelta a (Dicho Sea Entre Paréntesis).
Gente. Mi sangre.
He estado pensando mucho en ustedes en los días anteriores. Cada vez somos más y, aunque aún somos poquitos, somos los poquitos que queremos estar por acá y eso… ¡Me encanta!
Les agradezco infinitamente, personillas de la vida, del internet, de los rincones y estertores del existir… y así.
Vamos, pues, a divagar para arrancar motores.
Antes que nada, vamos a la recomendación de musiquita semanal. Ya que ésta entrega la estoy utilizando como un pequeño (y arriesgado), escape de todas las cosas que tengo que hacer, les dejo aquí un bellísimo escape.
(Dicho sea entre paréntesis: Misch puede parecer un músico de Pop, con canciones que parecieran ambientales, de esas que suenan cuando te sientas en algún lugar gentrificado de una ciudad, a comer platillos rebuscados y de costos elevados. Pero… pero, Misch es uno de los guitarristas más interesantes que han surgido en la última década; no es casualidad que el genio Yussef Dayes lo haya acompañado en el flamante What Kinda Music. Vayan a prestale toda oreja, no se van a arrepentir).
Sólo para que puedan mover sus cabecitas de algodón o sus piecitos de pasitas…
… mientras les divago en esos ojitos preciosos que tienen.
Bueno. No quería dejar pasar más tiempo sin escribirles un poquito más, en agradecimiento a todo el movimiento que generamos juntos con la última entrega y éste mes completo, que ha sido el más activo en lectores para (Dicho Sea Entre Paréntesis), así que, para celebrarlo, les voy a dejar por acá un par de pequeño “algo” que escribí algún ayer.
Sin más preámbulos, acá les va el rollo:
Crónica de un onvre en AeroPress.
Escribo en dieciseisavos porque métricas conozco pocas, porque no sé cómo hacer para mostrarle al mundo, éstas músicas tan mías de temas siempre similares, de formas ondulantes, perniciosamente místicas. No me opongo a la tenencia de éste ritmo, me limito a exhibirme como lo hacen las encueratrices y los luchadores, de cuerpos siempre sudorosos, con el brillo tan característico que llevan sobre el cuero aquellos que trabajan o que han sido trabajados, por las garras húmedas de un malévolo destino, que se erige con entrepiernismos jónicos y astutos, y sólo en solitario canto para mis adentros, en el filo del abismo de mi abismo, porque en ésto del adentro siempre hay más y más calor, y más profundo, y donde hay más profundo hay siempre más presión, y donde siempre hay más presión, hay más calor, hasta que llega la exotérmica reacción de mi explosión y en el soltar está el gotear, y en el aroma de tu espera de cerámica, bordeando redondeles y orejuelas, se le aprehenden mis labios impacientes, de corduras definidas, despertares y pupilas fulminadas al granel del grano fino y de los tuestes amorosos y quemantes, de una taza que has servido en éste típico domingo que parece hoy tan lunes, tras el lóbrego y siniestro evento de pasar la noche sin rizoma activo, sin saber de bayas, pero la incesante ilusión furtiva de tomar, por la mañana, una taza nueva con tu aroma de AeroPress.
(Dicho Sa Entre Paréntesis: Éste ¿poema? fue escrito en los confines de Congreso Café, en Centro de Tlalpan, donde me sorprendí cuando pedí un café filtrado y me lo prepararon con un AeroPress, cosa poco común en mis vivencias, pero sin duda palatalmente interesante).
Ahora sí. Vámonos tendidos como bandidos.
¿Por qué nos cuesta tanto trabajo obtener momentos para nosotros?
La primera respuesta que me viene a la cabeza es una muy sencilla, una que le pertenece al pensamiento común:
Vivimos, hoy en día, un mundo aprisa, en el que las obligaciones de la vida adulta, o no ta adulta, o las niñeces a las que se atienen las niñeces, nos orillan a estar siempre sujetos a las vicisitudes del mundo:
Hoy lxs nenes no pueden jugar en las calles como se hacía antes. Las parejas con pequeñines trabajan arduo para apenas mantener las necesidades básicas de un hogar (sean de la magnitud adquisitiva que sean dichas necesidades, aquí no se juzgan estatus), lxs estudiantes tardan horas en ir y regresar a sus universidades porque la saturación de tráfico en las calles es tremenda, rauda, inaccesible en tiempos para algunxs. Así pues, entramos en un vaivén impresionante, en el que, al girar la cabeza hacia el tiempo y esfuerzo que requieren las necesidades del diario, podemos ver con claridad las pocas oportunidades que restan para el tiempo personal, porque la vida es cada vez más costosa y artera, y poco nos queda para saber sentirnos, vivirnos y apreciarnos como parte de éste todo que, si se mira con detenimiento, muy poco tiene, en realidad, que ver con las cosas que acabo de mencionar.
Porque la vida no es una suma entre tiempo y dinero.
Si leíste en consciencia, el título que coloqué habla sobre el tiempo para ser nosotros mismos, cosa que, creo con pasión (que me parta un rayo si no es así), poco tiene que ver con tener, o no tener, tiempo y/o dinero.
Para abordar los siguientes puntos quiero plantearles un axioma, un punto de partida, vaya:
Haremos una deliberada segregación entre el Pensamiento Común (lo que en otros términos podría ser definido como “el deber ser” de las cosas, o el estado corriente —jiji—, de las cosas), y el Pensamiento Categórico, ese que se interioriza más en el sentido de lo crítico, de lo analítico, de aquello que le pertenece menos a la imaginación y a los prejuicios, y se acerca más a un conjunto de experiencias que se repiten, que en ocasiones se calculan, y de las que se obtienen ciertos indicios, o, mejor puesto: intuiciones, que derivan en otros pensamientos más profundos, y así sucesivamente.
Establecido lo anterior…
Ser tú mismx pordría ser un mito porque…
… visto de manera corriente, se necesita una cierta cantidad de dinero para llevar a cabo éstas tareas del yo interior. Te han preguntado muchas veces:
¿Cómo pretendes hacer cosas tuyas, si no tienes algo estable para ti?
O también:
¿Si sabes que vivir como ermitaño no se puede, no?
El mundo de lo común, el mundo corriente como la electricidad, te tratará de convencer de que, antes de tener una vida tuya, le tienes que otorgar tu vida al sistema en el que habitas, que si no juegas al juego que todos juegan, probablemente fracases y, entonces sí, tengas que habitar éste planeta como un ermitaño, apartado de todo de todos, plagado de frustraciones y odiando hasta al ave que vuela frente a tus narices.
Y, oh, hermanx míx, es probable que así como lo describí, así suceda, porque, desgraciadamente, el pensamiento común ya se propagó tantísimo, que es muy MUY común y, pues… complicado no dejarse invadir por éstas obviedades de la existencia en un mundo como éste. Pero, como bien sabes, y si no sabes acá te lo estoy escribiendo, existen otros caminos.
¡El mundo no es maniqueo!
Es decir: no todo es blanco o negro. La vida está sujeta a ciertas polaridades, sí, pero dichos polos, aunque opuestos, son orbitados por millones de posibilidades, y son éstas las cosas de las que está compuesta la vida. De éstas canaletas diferenciadoras, de éstas cosas que orbitan a los polos opuestos de los muchos mundos que existen en éste mismo mundo, me gustaría abordar un temita bien interesantoide que, espero, me ayudará a aterrizarles la idea de por qué existir como unx quiere es una maldita realidad y no un mito, como los comunes quisieran hacerte creer, por tu propio bien y demás menesteres bondadosos (pero ingenuos y dañinos al final).
¡Ruptura epistemológica! Repito: ¡Ruptura epistemológica!
Me voy a poner bien mamón y voy a adentrarme en un tema que estoy abordando hace poco en mis lecturas.
Hablemos del fuego como un fenómeno:
Cuando estamos cerca de una fogata, de una vela, de un asador, o inclusive un incendio, nos sentimos fuertemente atraídos por el movimiento de las llamas, por la luz que emanan, el calor que brindan cuando hay frío, o de la energía que genera la ignición que les trajo a la existencia.
Como una primera observación, el fuego conforta, es un imán de miradas, nos ayuda a orbitarnos y nos dio la entrada, históricamente, a muchas de las cosas que conocemos hoy. El fuego atrae como consecuencia poética de su propia existencia, es bello, peca de hermoso, se le han escrito odas, obras, ensayos y poemas por igual, pero… atractivo como es, funciona, también, como una entidad cegadora, es decir, nos impide ver lo que realmente es: un juego energético, nacido de la ignición de cuya existencia no se ha obtenido una cientifización, más allá de la combustión que, en términos prácticos de lo actual, es mayormente dañino que benéfico.
Como el fuego es bello, ha sostenido nuestras miradas y fascinaciones por prolongados milenios, pero poco realmente podemos ver en él, más allá de lo topológico, es decir, de la hermosa imagen que plasma y lo espiritual que puede arremolinarse alrededor de él, pero… ¿Qué podemos realmente pensar sobre él?
El fuego, como analogía de una pasión, por ejemplo, conlleva a la introducción de observaciones primarias: nace una pasión por algo, algún alguien, y en ella, en dicha pasión, hay una cierta visibilidad emocional instantánea, a través de la cuál se genera una ceguera: miramos a las nuevas actividades desde la perspectiva del enamoramiento primordial, ese que le es inherente a la novedad, pero en realidad, la atracción, la órbita, los poemas que nacen del reflejo de las llamas, generan un velo a través del cual se impide la visibilidad real del fenómeno real.
El fuego es inestudiable, es caótico, es destructor, capaz de devorar y asesinar, de tumbar hábitats completos en cuestión de horas. El fuego es rapaz y de él nacen las cenizas.
A ésta incapacidad de mirar más allá de lo evidente, se le llama ruptura epistemológica, un lugar del pensamiento común que nos impide analizar, que no permite que lleguemosa lugares más lejanos con nuestros pensamientos, que nos quedemos con la imagen, sin pensar en:
¿Qué la compone? ¿Por qué la compone? ¿Cómo la compone?
Preguntarse el por qué del por qué es importante para sabernos, para entendernos mejor, para enunciarnos lo que somos o logramos no ser.
Si ésto, a mi parecer, pequeños demonios parentéticos, estamos en un precipicio en el que que, lentamente, somos, justo, atraídos por un fuegazo increíble, hermoso, compuesto de llamas impresionantes que hacen… eso, sólo impresionar al carácter débil, el que surca las llamas hasta simplemente perecer sin darse cuenta de que existen las llamas.
Ser tú mismo es posible si miras más allá del fuego.
Dicho ésto, e interiorizando que éste texto ya se hizo un tanto largo, les dejo aquí, con vistas de tener el tiempo pronto para ser yo mismo, y entregarles una segunda parte de éste texto, una que culmine, que nos haga ver más allá de las llamas.
Me disculpo si no lo edito bonito, con negritas e imágenes, pero debo partir, bebesillxs de amor.
Gracias por leer, una vez más.
Les amo.
Spiral Out.