Perder o ganar: ¿de eso se trata la vida?
Bienvenusinos de vuelta a (Dicho Sea Entre Paréntesis).
Antes de comenzar éste texto quiero decirles cositas:
Es difícil sentirse en gratitud.
¿O no? A ver. Es que me puse a pensar en ésto porque nunca me detengo, me siento y pienso: ¿por cuáles cosas agradezco? ¿A quién le agradezco pues? ¿saben? A veces me da poquito de cringe (ñañaras, cosa, incomodidad), el hecho de agradecer. Porque… weno, si le estuviera yo agradeciendo a alguien en particular, por decir algo:
“Gracias, gente de mi último mes por darme acompañamiento y fuerza, por cargar conmigo las pesadas piedras de Sísifo que me puse sobre los onvros yo mismo. Ustedes saben quienes son. Les amo en demasía.”
La anterior es una gratitud real, pero…
¿A quién le agradezco cuando las cosas van de tal o cual modo, simplemente siguiendo su curso y sin ayuda de ningún alguien? ¿Al universo, que ni me topa? ¿A un ente frío e infinito, y mayormente hueco? ¿A los dioses que no existen? ¿A los que sí existen? ¿A poco les importo realmente? ¿Qué no me abandonaron hace tiempo ya? Aysí.
En fin.
A todo ésto, lo que quiero compartirles es que la idea de estar agradecido llegó a mí porque, con cada una de éstas entregas (o intermitencias de mi escritor interno), me he sentido cada vez más agradecido por la presencia de ustedes que las leen. Me entusiasma mucho que las cosas que escribo les lleguen, les raspen sus fibritas rasca huele en el corazoncito o, en su defecto, les pongan a pensar en cosas que ya habían pensado, pero les recordé debido a las malevolencias de esa entidad que me dicta todo cuando me siento frente a la libreta.
Agradezco su presencia, su tiempo, su permanencia y a esos ojitos chulos que nos leen (a mí y al compadre ese que me dicta todo).
Pero a ver, basta de romances. Vamos a la carnita de las cosas
La vida no se trata de perder o ganar.
Pero en cierta forma sí, también.
Por ejemplo: si en éste momento quieres hacer ganar un poco de terreno a tu apertura de orejas, acá te va el hallazgo musical de mi semana. Hágale clic y escuchen mientras le llevo de la manita ocular a lugares inhóspitos. ¿Va? Va.
Clic acá abajito para un poco de Dream Pop medio electroso, punkoso, experimental y, ¿por qué no? de manufactura mexa. La rola que más me gustó se llama “Querida Amalia”, como a la mitad del video.
Bruses es simplemente increíble. Atención severa a la lírica, al combo de géneros, al sonido de pronto tan King Gizzard and the Wizard Lizard, tan Billie Eilish y luego tan RBD (y la belis cuando era chida), y las referencias Calle 13 y al Nintendo Core. ¡Los coros como compuestos por Danny Elfman! ¡Joer!
No se pierdan ésta joya, que, como dice ella misma:
“Nadie tiene puta idea de lo que es vivir con monstruos”.
Aunque no nos guste, escuchar música hecha con el alma siempre nos hará ganar. Grábenselo.
Y es que, así como con la música anterior ganamos la oportunidad de poder adentrarnos en la impresionante mente de Amalia, en la vida también estamos ganando cosas todo el tiempo.
Ganar audición. Ganar terreno. Ganarle t i e m po al tiempo. Ganar ganado. Ganar sabiduría. Ganar dinero. Ganar un partido. Ganar la elección. Ganar la lotería. Ganar por ganar. Ganar para comprar. Ganar para habitar. Ganar para poder sobrevivir.
No es casualidad que en algunos países de habla hispana, durante décadas, una de las preguntas comunes, para prudentes e imprudentes por igual, durante una conversación en una cena fuese:
¿Y tú cuánto ganas?
Porque sí, en algún momento de la historia moderna, la cantidad de dinero adquirido a través del intercambio con el capital, era directamente proporcional a cuánto (o qué), habías ganado en la vida: cuánta tierra y audición, cuánta cultura podías adquirir, cuánta educación y de qué tipo…
Porque, a partir de la industrialización, el valor de los seres humanos se volvió cuantificable. Antes de éstos procesos, nuestro valor era meramente social:
¿Cuánto amor puedo dar?
¿Qué cosas aporto a mi comunidad?
¿Cómo afectan de manera positiva mis acciones a la otredad?
Éstos son sólo algunos ejemplos que ilustran el tipo de valor de los seres humanos, que no era cuantificable, sino hasta la llegada de la revolución industrial (aunque ésto me parece históricamente debatible, pero digamos que así es —por ahora—), ese momento que parecía catártico, el período en que los humanos empezamos a servir como un mero instrumento-opera-maquinas, y con la habilidad de construir maquinarias y conjuntos de engranes mucho, mucho más grandiosos y complejos —en apariencia—, que cualquiera de las preguntas antes planteadas:
Hoy existen personas que se piensan y se existen en números (¿Cuántos seguidores tengo? ¿Cuántas personas han colocado un pulgar arriba a mis rabietas personales?, etcétera), pero que poco saben que, lo que más importa, es cómo las personas interactuamos con sus contenidos.
Aunque lo anterior parezca un tema de mercadotécnicos, a mi parecer es el reflejo de algo muy triste:
La pregunta:
¿Cuánto?
….nos ha hecho olvidar nuestro propósito.
Pienso que una de las consecuencias inherentes a ser humanos, es que requerimos de un propósito para realmente poder ganar. Porque —amigues—, las redes, las publicaciones de éste newsletter (o blog, o penser, o como quieran llamarle), son sólo ideas que, al final de los tiempos, se van a perder el día en que los grandes servidores del mundo se apaguen bajo las llamas de enormes bolas de fuego, o cuando algún cabeza cóncava decida que es momento de cambiar las dinámicas humanas.
No olvidemos que las redes (y ésta sí es clase de marketing), son un enorme mercado, y que cada perfil es un punto de venta enmascarado de una “entidad social” (llámese el Substack de Opo, El canal de música de Amalia, La guía turística para consumidores empedernidos del Fulanitx de talparacual).
Así pues, mis chavorruquiños de oro, somos nosotros las caras, los representantes y consumidores (prosumidores, dijo K. Dick), de éstos enormes mercados y, al alimentarlos y alimentarnos de ellos, poco realmente estamos ganando.
(Dicho sea entre paréntesis: hablando de Phillip K. Dick, les dejo acá abajo un clip en donde se menciona una de sus locas conjeturas. Me fascina el ejercicio imaginario de pensar en sus paranoides fantasías como si fueran realidades.
Si lo necesitan, al abrir el video, píquenle al botón de los subtítulos y luego en el botón de engrane, elijan el idioma que les acomode; de éste clip en particular está perfecta la traducción al español.
Se cierra paréntesis:)
Momento, Opo, me estás diciendo que…
La humanidad pareciera estar perdiendo entonces…
Tal vez sí, pero esa es la parte más interesante de todas.
A través de los procesos de industria, hemos ganado algo que, aunque tenga un costo alto —una pérdida de nuestro real valor—, también nos da oportunidad de estar unidos, de comunicarnos cosas unos a otros, de compartirnos ideas y experiencias, de producir y compartir bondades que no pueden ser controladas en su totalidad por la maquinaria que nosotros mismos, sin saberlo, construimos. En éste sentido, perder algunas de nuestras libertades, como conceder por mano propia nuestro derecho a la privacidad, es uno de los muchos precios a pagar.
Pareciera que ejercer nuestra libertad de expresión, hoy en día, es una tarea sencilla, per la realidad es un tanto más compleja de lo que pareciera a simple vista. Vamos al fondo de ésto:
Hoy (desde la trinchera en la que escribo, sumergido en la página, con los dedos como gelatina, arrastrándose sobre la hoja, humedeciéndola con todas mis ideas), puedo sentarme unos momentos frente a un documento en blanco, en ésta bella plataforma, hecha para bichos raros como yo, a los que nos gusta decir cosas y ser leídos, o escuchados, o vistos, por un bonche pequeñaco de personas que, asintiendo o disintiendo de nuestros temas, se toman la molestia, el tiempo y la disposición de prestar atención por unos minuticos.
Así, a través de ésto, puedo resumirlo: unos cuántos cientos de personas, mensualmente, leen lo que publico. No necesité de un foro abierto en una plaza pública, tampoco de pregonarme por las calles como un merolico o vendedor de puerta en puerta. Gane la libertad de expresarme ante ustedes, expuse mis puntos y pensares y mis diálogos internos frente a la maravilla de personajes que son ustedes. Gané la posibilidad de contar historias, anécdotas, puntos de vista, de abrirme las costillas para que puedan verme todos los adentrotes.
“No tengo nada que perder. En eso está la ran ventaja…”
“…a cruzar me acostumbré… el filo de la navaja”
Y en verdad. Hablar de éstos antónimos es algo muy interesante desde el punto de vista de que, en realidad, ganar o perder es una idea que se neutraliza por mera antonomasia. En éste espacio, en éstos no tiempos que habitamos, las pérdidas parecieran enormes.
Perderlo todo Perder el tiempo Perder personas Perder dinero Perderse a unx mismx Perder la alegría Perder la ciudad a manos del capital Perder a un amigo a manos del capital. Perder la cordura Perder peso Perderse en el laberinto sin muros de la mente Perder el equilibrio Perder la paciencia Perder oportunidades
Podría seguir la lista hasta perder el día entero.
Pero…
Las pérdidas y ganancias son un tema siempre equidistante. Porque el mundo que habitamos es el rey de la compensación:
Donde hay energía, hay energía obscura.
Donde hay materia, hay materia obscura.
Donde hay entropía hay también neguentropía.
Donde hay un Opo están también ustedes.
Donde hay palabras hay aquellas que las cancelan.
Donde están mis labios están los tuyos.
Donde hay gastos hay también ingresos.
Donde hayan vivos habrán muertos.
Los ciclos parecieran obvios y…
… en ocasiones, me pregunto si es sólo la manera en que aprendimos a ver el mundo (ésta que consta de dos polos), o si en realidad el cosmos (mejor traducido como “el orden de las cosas”), ha sido siempre así y nosotros estamos vivos sólo a razón de ser espectadores por un rato; como si hubiésemos ganado en el concurso universal, una entrada para el espectáculo de estar vivos, mientras que tuviéramos que preocuparnos constantemente por el tiempo que ello dure, siempre pensando en la enorme pérdida que será aquel momento en que el show que vinimos a apreciar, se acabe, que la oportunidad de apreciarlo un poco más se esfume con el paso veloz de un auto, con un cacahuate que se va chueco, o una malévola enfermedad que se atraviesa en el camino.
Pero todo es parte del show…
… el show de ser vivo, de estar mientras habitamos éstos espacios esféricos, que pueden verse como ganancia cuando son prisiones, que pueden verse como pérdida cuando son libertades. Todo en la programación de éste canal al que llamamos mundo, depende del lugar desde el que nos haya tocado mirar la pantalla. No para todos es lo mismo (porfi no olvidar sus privilegios, chatitos), pero si estás leyendo ésto, muy probablemente miramos al mundo —casi—, desde el mismo spot en la sala… vamos, estamos todos en la misma hilera de asientos.
Así pues, me dedico, en éstas últimas líneas, a concluir que la cosa se trata de ambas opciones: ganar y perder.
Porque los que creen que lo ganaron todo, probablemente hayan perdido mucho en el proceso de ganar. Los que lo hemos perdido todo, hemos ganado mucho en el proceso de perder. En toda mi honesta y funesta cabeza a esto se le denomina: pedacitos de madurez neo-adquirida.
Porque desde mis pérdidas personales extraño antiguos empleos y los capitales que brindaron (qué bello fue sentir que lo ganamos todo por un rato), extraño a los que ya no están (por elección del mundo o vibra propia, que al final es lo mismo), porque he perdido las llaves de mi vida entera y a las amistades que creí amistades, a las personas con las que creía compartir la vida entera. He perdido capacidades físicas y psíquicas, ilusiones de sentirme apoyado y ganas de pertenecer.
Pero gané muchos amigos…
… dijo el mismísimo Belceboobies cuando… bueno… ustedes saben (y si no investiguenlo, no vine a darles todo masticado, esa es su ganancia de hoy). Gané, ya sin bromas, la oportunidad de estar con ustedes a través de éstas palabras.
El tiempo me orilló a construir capacidades para hablarles al oído desde la palabra escrita y, con suerte, sacarles una sonrisa, o la oportunidad de hacerlos preguntarse cosas, de hacerlos sentir igual de iluminados que me siento yo mientras el bicho raro ese me dicta todo ésto. Gané la oportunidad de escuchar unas musicotas que ambientan mi cabeza y la alimentan de ideas de sonoridad para esribirles lo más bonito posible porque, aunque escribo para ustedes en temas, en profundidades y eufonías, todo me lo escribo todo a mí mismo.
¿Ganar o perder?
¿A quién carajos le importa?
¡Nuestro propósito es vivir!
Gracias por leer una vez más.
Les dejo, no sin antes recordarles algo:
Suscríbanse. Compartan. Comenten. Si realmente les gusta, ayúdenme a vivir de ésto, que el mundo ganador de allá afuera es cruel para un bicho raro como yo.